| Резюме: |  «En el principio era el cuerpo» –sentencian ellas– y no la palabra, como dice la Biblia. Las Femen han hecho del desnudo de cintura para arriba un lienzo sobre el que pintar proclamas revolucionarias. Una de sus fundadoras cuenta que en los primeros años de activismo en Ucrania, la prensa solo publicaba las imágenes de sus cuerpos quedando las pancartas donde escribían sus protestas fuera de campo. Entonces se quitaron el sostén. La primera en hacerlo fue Oksana Shachko, una de las cuatro creadoras de este movimiento que entendió que el cuerpo podía ser el arpón del feminismo. Estaba creando el ‘sextremismo’, que quiere a una mujer sexy, agresiva y rebelde.
Pero no es lo mismo ser feminista en Ucrania que en España. El país eslavo ocupa el puesto 79 en el último índice de democracia que cada año publica ‘The Economist’. España, país al que llega Femen en 2013, el 22. Pero su arraigo dentro de nuestras fronteras es uno de los más llamativos en Europa.
Su último titular en castellano es reciente, del pasado miércoles: cuatro activistas protestaron frente al Congreso de los Diputados contra la homofobia y por la lucha del colectivo LGTBI al grito de «lo que te llaman cuando te matan, importa». Ese mismo día, en sus redes sociales vinculaban «el incremento de crímenes contra el colectivo, al auge de discursos de ultraderecha», refiriéndose a la formación política Vox.
Activistas de Femen España manifestándose contra la homofobia el pasado miércoles, al grito de «lo que te llaman cuando te matan, importa»
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EP
Su anterior aparición pública más sonada fue en las elecciones madrileñas del 4-M, cuando varias activistas se presentaron en el colegio electoral en el que iba a votar Rocío Monasterio con un mensaje escrito sobre sus pechos: «¡Al fascismo, ni voto ni permiso!».
«No están los tiempos como para arriesgarse a coger una pulmonía», respondía la formación de Abascal desde su cuenta de Twitter oficial. Siempre han sido anticlericales, han tenido con Putin su archienemigo y se han levantado contra las desigualdades de género o la violación de derechos humanos. Pero dificultar el derecho a voto a una política española no es lo mismo que quedarse en toples frente a Putin y llamarle «ladrón» o «dictador». Las Femen eslavas siempre quisieron pasar de lo local a lo nacional y de ahí, a lo global. ¿Pero están prostituyendo sus principios en las ‘filiales’ de otros países?
El presidente ruso, Vladimír Putin, y la canciller alemana, Angela Merkel, se ven sorprendidos por una activista de Femen en topless durante su visita a la inauguración de la Feria Industrial de Hanover en 2013
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EFE
Anti URSS
Todo empezó en 2008. Las Femen nacieron en una pequeña región de Ucrania para combatir el turismo sexual en este país y los clichés que han relacionado a la mujer ucraniana con la prostitución. «Muchas de nuestras mujeres fueron a Europa a venderse como carne fresca», dijeron.
El grito de guerra de su primera campaña fue «Ucrania no es un burdel». En aquellas reuniones del principio también se marcaron como objetivo acabar con esos vestigios autoritarios enquistados en el país eslavo tras el declive de la URSS y denunciar la complicada relación con Rusia. No solo por la tantas veces denunciada injerencia del oso ruso, sino también por el conflicto comercial del gas. En el documental ‘I am Femen’, del año 2014, las impulsoras del movimiento explican que «muchos de sus padres querrían tener a la URSS de vuelta». Tachan a la generación precedente de «apática y apolítica». Ellas quisieron cambiar esa pasividad de sus progenitores desde su particular estética de ninfas modernas y agresivas.
Porque además del busto descubierto, otra de las señas de identidad de las Femen es la corona de flores y los ceños fruncidos –aunque con las cejas depiladas–. «También las mujeres hermosas protestan», claman. La estética de Femen se desmarca del feminismo que reniega de la sensualidad de la mujer y hace de esta un arma de reivindicación política.
El cuerpo es el arpón del ‘sextremismo’, la única religión que respetan estas activistas anticlericales desde su fundación –cortaron una cruz ortodoxa con motosierra en el centro de Kiev–. En el debate feminista actual renegar de la depilación o ‘liberarse’ de los cánones estéticos es una de las tendencias que despierta más militancia. Anna Gutsol, otra de las artífices de Femen, no se desnudó porque ella no encarnaba ese ideal de ninfa urbana. En España, uno de los países –junto con Francia y Reino Unido– donde las chicas sin sostén gozan de mayor arraigo, el brazo operativo está liderado por la asturiana Lara Alcázar, quien se niega a hablar con este diario, tras consultar la decisión con el resto de las jóvenes reclutadas. «Por poner a Femen en los periódicos nos quitamos la ropa. Nos resfriamos y lo que haga falta», dijo una de las fundadoras de este grupo de protesta al poco de su surgimiento. Pero trece años después de la primera reunión entre cuatro chicas ucranianas que querían cambiar el mundo y acabar con el turismo sexual ucraniano, las Femen patrias ya no lo ven necesario.
Activistas de femen abordaron en 2013 a Rouco Varela tirándole ropa interior manchada de rojo
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ABC
El currículo de las chicas en España cuenta con cuatro momentos de los que se cuelan en el telediario: irrumpieron en el Congreso de los Diputados en 2013 al grito de «el aborto es sagrado» contra la reforma de la ley de Alberto Ruíz-Gallardón; un año más tarde acosaron –le tiraron ropa interior manchada de rojo– a Antonio María Rouco Varela, entonces presidente de la Conferencia Episcopal, con el mismo grito proabortista.
Lo último, la manifestación frente al Congreso y la ‘performance’ electoral el día de los comicios madrileños. Las voces feministas preguntadas por ABC sobre las líneas ya difusas de lo que ha sido el Femen ucraniano y sus homólogas en España responden de soslayo: «Todo acto contra el fascismo y por la mejora de los derechos de las mujeres despierta una sonrisa en el feminismo». |