Резюме: | La gran carta que a
Joe Biden
le faltaba por jugar en su asalto a la Casa Blanca se puso ayer encima de la mesa:
Barack Obama
, la figura con más peso del Partido Demócrata, salió ayer al ruedo electoral con un mitin en Pensilvania, un estado decisivo.
Obama, bajo quien Biden sirvió como vicepresidente, ganó dos elecciones -2008 y 2012- gracias a una coalición que el actual candidato demócrata busca reeditar: bases tradicionales del partido, votantes moderados y movilización de la minoría negra. El expresidente viene al rescate de estos últimos, ante el temor de la campaña de Biden a que ocurra algo similar que en 2016: muchos votantes negros, sin mucho entusiasmo por
Hillary Clinton
, se quedaron en casa. Esa abstención fue determinante para Trump, que consiguió romper el llamado «muro azul» demócrata en la región industrial del Medio Oeste: ganó por la mínima en estados que no habían votado republicano durante décadas, como Wisconsin, Michigan y Pensilvania. Este último es una de las batallas esenciales de la elección y por eso lo ha elegido Obama para su desembarco. Si Trump no gana aquí, al igual que ocurre con Florida, sus opciones de reelección se estrechan. El presidente estuvo el martes aquí en el condado de Erie y repetirá varias veces hasta el final de las elecciones.
Movilizar al votante negro
Obama tenía previsto un discurso ayer en Filadelfia, la principal ciudad de Pensilvania, y con mucha población negra. El objetivo es movilizar al votante negro, en especial, a los jóvenes y personas de mediana edad, que todavía no muestran gran entusiasmo por Biden. Ha sido un verano volcánico, con protestas y disturbios en todas las grandes ciudades por los últimos casos de abusos policiales contra la minoría negra, con un avivamiento del movimiento
«Black Lives Matter»
y con llamamientos a los recortes o la abolición de los cuerpos de policía. Biden, que no puede asustar al votante moderado, al que también necesita, ha hecho equilibrios para mantener una posición moderada al respecto, por debajo de la intensidad que se transpira en las manifestaciones.
Este será el inicio de una mayor participación del expresidente y de su mujer,
Michelle Obama
-muy popular también-, que han arrimado el hombro en campañas para senadores desde Maine a Carolina del Sur y en esfuerzos para recaudar dinero para recuperar la Casa Blanca y el Senado.
Mientras tanto, Biden seguía ayer recluido en su mansión de Wilmington (Delaware) en preparación para el gran obstáculo que le queda en campaña: el último debate con Trump. Todo lo contrario que el presidente, que prefiere no preparar los debates y redoblar esfuerzos en su escenario preferido: los mítines multitudinarios, como el que celebró ayer en Carolina del Norte.
Después de la bronca y el caos en el primer encuentro, a finales de septiembre, y de la suspensión del segundo debate tras el contagio de Trump con
Covid
, Biden tiene una prioridad hoy: no cometer errores. El candidato demócrata va por delante en las encuestas -aunque la diferencia sea mínima en algunos estados decisivos- y ahondará en la táctica que ha seguido desde el principio de la campaña: dejar que Trump se desgaste con el impacto de la epidemia de Covid-19 y mostrarse como una alternativa fiable.
Los organizadores del debate han decidido cortar los micrófonos a los candidatos cuando estén fuera de turno -para evitar las interrupciones constantes de Trump en el primer encuentro-, pero eso no garantiza que sea una noche tranquila. Es muy posible que el presidente redoble los ataques contra Hunter, el hijo de su rival, por sus tratos en Ucrania y China cuando Biden era vicepresidente de EE.UU. Una corriente del Partido Demócrata ha defendido que su candidato debe responder con la misma moneda: ataques a los conflictos de interés del propio Trump y de sus hijos -algunos, como Ivanka, metidos en la Casa Blanca- durante su presidencia. Lo más probable, sin embargo, es que Biden trate de esquivar los ataques y devolver el debate a la crisis sanitaria y económica que vive el país. |